Madre

 Madre, el ser más parecido a Dios

Todos fuimos creados semejantes a Dios. Esta condición nos hace sus hijos legítimos. Pero a veces nos olvidamos de las cualidades que por ser similares a él debemos poseer, como son: la entrega total, el amor incondicional, la paciencia, la misericordia, entre otras características que como su prole debemos manifestar en nuestro diario vivir.

No sucede así con las madres, las cuales por sus hijos son capaces de entregar todo cuanto poseen con el único propósito de ver sus hijos bien. Ellas hacen visible constantemente ese corazón bondadoso que solo Dios posee. La madre es el ser más parecido a Dios. Estas abnegadas y entregadas mujeres son capaces de darse por entero a cambio de ver sonreír sus vástagos; prefieren irse a la cama sin comer antes de que su hijo pase hambre; no le importa morir por darle vida a sus descendientes. Siempre están atentas a las necesidades de cada uno de sus pequeños, pues para ellas los hijos nunca están lo suficientemente grandes para cuidarse solos.

Pueden pasar noches en vela, cuidando que su hijo logre descansar tranquilamente. Siempre están pendientes de las necesidades de estos, de sus dolencias, su educación y sobre todo de su protección. Son capaces de madrugar para que sus hijos estén listos a tiempo a la hora de un compromiso; de desvelarse en espera de que su hijo vuelva a casa.

 Las madres son la medicina más eficaz para cualquier dolencia, con solo su presencia los dolores empiezan a calmar; sus manos tiernas son el mejor ungüento; su voz suave, puede consolar el corazón más triste; "su dulce encanto" puede endulzar el corazón más amargo.

 Las madres siempre están dispuestas a recibir a sus hijos, aún estos le hayan hecho daño, pues perdonan cualquier error solo por volver a tener sus hijos en brazos. 

Toda la vida no nos alcanzaría para agradecerle tanta entrega y amor infinito, es por esto que, si buscamos un ser semejante a Dios, ese es mamá. Pues son el mejor ejemplo de la manifestación del Dios.